También me dijo que estaba en un pozo y que algún día tengo que salir de él.
Me extrañó porque no tengo ganas de irme.
Si, no me siento bien acá, pero al menos ahora me siento cómoda.
Y ella me dijo que como profesional no podía ayudarme.
Entonces le pregunté ¿Para que se piensa que vine entonces?
Me respondió que me comprendía, más como mujer que como profesional. Le dije entonces que no me servía, porque haciendo canciones tal vez mucha gente pueda comprenderme y eso no me alcanzaba, precisamente dejé de ser tan cabeza dura y tuve el valor de sentarme a contarle mi vida a alguien totalmente ajeno a mi, y 'profesional'.
Volvió a asentir. Y me dijo: "Pero vos tenés bien en claro lo que sos y lo querés".
Estuve a punto de mandarla a la mierda, pero me aguanté. La respeté, quizás podía ayudarme como tantas personas me han contado e insistido alguna vez. ¿Eso significa que no te necesito? Le pregunté.
Y me respondió que si, absolutamente que si. Que todos necesitamos ayuda, porque todos tenemos problemas. Me dio el pie: "Entonces vos también" Y sonrió. Nos quedamos en silencio unos instantes y me preguntó por otras cosas. Yo le dije que no me interesaba hablar de eso, que mi mayor problema se concentraba en lo que veníamos hablando. Me insistió y trató de convencerme que le cuente de otras cosas para poder cerrar esto que me sucedía. La miré fijo y le expliqué que no hace falta saber los apellidos de los jugadores en una cancha para darse cuenta si una jugada es buena o mala, si termina en gol, fue suficiente, se cobra y listo. El día de mañana se recordará que ese equipo ganó un partido y nadie se acordará ni siquiera de quien anotó el gol. Me preguntó ¿Qué tanto me interesaba el mañana? Y le conté que absolutamente nada, y mucho menos si va a ser como hoy. Me dijo que era pesimista y la corregí, que se dirija a mi como realista. Me respondió que no, que estaba mirando el vaso medio vacío. Le contesté que el realista ve el vaso solo por la mitad, ni más ni menos. No se esperaba tal respuesta, sus ojos se sobresaltaron apenas. "Sos muy inteligente" Me respondió. Le dije que eso me solía decir la gente que no sabe que responderme. Sos egocéntrica, también. Pero me hago cargo de ello ¿Quién más se va a preocupar por mi durante toda mi vida que yo misma? Rió. Se levantó tomó unos vasos de plástico y los puso en la máquina de hacer café. Me ofreció para ser cortes conmigo pero la rechazé porque el café me trae mucha acidez y no me gusta sentirme asi. "¿Acida?" Me preguntó con astucia. Me reí. Al instante me dijo que era un paciente muy interesante, porque si bien tenía carácteristicas como ser impulsiva, extremista y depresiva, también soy optmista, razonable y segura. "Es casi como un equilibro perfecto" ¿Casi? ¿Qué le falta para equilibrar entonces? Le pregunté. Hallar algo que te haga realmente feliz, me tiró. Tengo a la música para eso todavía, y eso creo que nunca se acabará, aunque me quedara sorda aún podría sentir las vibraciones con mi piel. ¿Te sentis feliz cuando haces música? Por supuesto! Es el único lugar en donde me siento auténtica y me pone más feliz poder compartirla, porque la música no es compartir un par de acordes, es compartir un sentimiento también, algo que nace de vos pero que tambíen lo tienen todos, en mayor o en menor grado. Me sonrió y me confesó que le encantaría saber cantar. Yo la miré incrédula, mi mirada parecía decirle "¿Vos me estás psicologeando a mi o yo a vos?" No me interesaba, en absoluto. Si acudí a ella es porque soy yo la que está pidendo ayuda y no al revés. Se percató de ello y me preguntó ¿Qué tanto hacía música? Le dije que pocas veces, solo cuando me sentía inspirada, sino no sirve. "Entonces no sos feliz siempre" Me dijo. Solté una risa y le contesté que nadie lo era. Ella me respondió muy segura que si. Le refuté que la felicidad es un estado de ánimo. Se retractó y me dijo que estaba en lo cierto, pero que había gente que siempre se encontraba bien. Pero estar bien no es lo mismo que estar feliz. Estar feliz no existe.
Y ahi se quedó muda. Y yo también.
Me miró y me dijo "No se que hacer contigo"
¿Me va a derivar a un psiquiatra? Le pregunté curiosa.
No, no necesitas medicarte. No es necesario.
¿Puede devolverme mi dinero? -le dije entonces- Usted no me ayuda, es más, siento que yo la estoy ayudando a usted.
Se asombró y frunció las cejas finitas, perfectamente depiladas por un prototipo social. Pensé que me iba a putiar, pero se levantó de su escritorio y me la devolvió. Me dió la razón en que no me estaba ayudando y que debía devolverme mi dinero.
Le aclaré que no quería frustrarla en su vocación para nada, sino que yo me había equivocado -otra vez como tantas- en recurrir a ella. Me sonrió abiertamente y me dijo que no tenía dudas de ello.
Le agradecí por haber sido sincera conmigo y comprenderme. Ella me volvió a sonreir y en tono de broma me dijo "Creo que vos no tenés cura" La miré y le dije "Creo que eso es lo más certero que dijo hoy de mi. De todas maneras ya lo sabía" Y no volvió a reir porque se dió cuenta que no estaba haciendole una broma.
Le volví a agradecer por haberse gastado su tiempo en mi. Y me dijo que no le agradezca, sino que la disculpe por no poder ayudarme. "Yo no tengo cura" le sonreí. Me despedí de ella y me dijo que sería mi primer fan cuando salga mi primer disco. Me hizo reir. "Si le contás a alguien con tu música todo esto, no dudo en que algún día lo logres" Yo tampoco le dije con una sonrisa y me fui.
Agarré mi bicicleta y me fui con el pecho bien en alto.
No todos los días un psicólogo te devuelve $120 de sesión y mucho menos asume que no te sirve. Al otro día pasé por una vidriera y me compré un pantalón. Nunca uno me había calzado tan bien como este, sin hablar literalmente.