Viajando sentado
con el pecho calmado,
viaja el muchacho
con el pensamiento templado.
Tiene medio rostro alumbrado
por el alba naciente,
y entre tantos ojos penados
los suyos se encuentran resplandecientes.
Cruzamos miradas que ardían
y lo único que me dice es una sonrisa.
Un escalofrío me aniquila
mientras
mi mente entre deseos se regocija.
Y pude imaginar sintiendo su piel
erizandose en su cuello
entre las lineas de mis labios
húmedos
palpitando el sabor de su placer,
pude respirarlo y exhalarlo,
probar el sabor edulcorante de su sudor,
sentir la temperatura candente
entre mi lengua
y tambien en mis dientes.
¡Me dieron tantas ganas
de llevarlo a la verdad!
que sólo aprete fuerte mi mandibula
y dejé de imaginar.
Mientras tanto se prepara,
pues su descenso es la proxima parada,
ahora su rostro se ve por completo
y lleva, claramente, mi marca en su cuello.
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